Le Trumilou
Ayer nos recomendaron este restaurante, Le Trumilou, y no tardamos ni un día en probarlo. Fue cena casi a ciegas para Marina, porque ni sabía dónde era hasta que llegamos, ni qué íbamos a cenar hasta que pedí al camarero.
Es un restaurante francés, no muy grande al menos visto desde fuera. Está en 84, Quai de l'Hôtel de Ville 75004 PARIS, lo que quiere decir detrás del Ayuntamiento y mirando al Sena, de hecho enfrente de Nôtre Dame.
Al llegar no teníamos reserva y nos acomodaron en una mesa larga y compartida. Realmente no tuvimos ni problemas ni vecinos cercanos, porque no llegó tanta gente. Los abrigos fueron al guardarropa y los camareros fueron realmente amables (lo cual es raro para ser camareros parisinos).
De primer y único plato pedí canard aux prunes para cada uno, pato a la ciruela. Un pichet (jarra, vino de la casa) de medio litro de vino de Burdeos. Y trajeron esto:
Delicioso.
El pato se deshacía en la boca como una salsa. Bien hecho, a cocción lenta, como sólo los franceses del campo saben hacerlo. En España se diría "de la abuela".
La salsa y las ciruelas formaban uno con la carne, de forma que mojando la carne se suavizaba más aún, si cabe. Las patatas eran el contrapunto y no sobraban, ni estaban aceitosas. De hecho, también absorbían la salsa. El conjunto era como en una orquesta: hay instrumentos que quizá te gustan menos, pero sin ellos la sinfonía no es tal.
El vino era mucho menos potente que los españoles o sicilianos, pero al menos no aguado como los toscanos. Tenía el punto justo de delicadeza para ser un vino muy apreciable, no demasiado oloroso ni con retrogusto acentuado. Sin duda el tinto perfecto para el pato.
Por cierto que parece una comida pesada, y no lo fue en absoluto. Estuvimos más de una hora sólo con el pato, y aun con tanta cantidad salimos satisfechos, sin hambre y sin pesadez.
La mayoría de clientes en el restaurante cenaron lo mismo, y unos pocos pedían menú. Si llevan treinta años (es un decir) sirviendo lo mismo cada noche, y llenan un martes, es que saben lo que hacen.
Para terminar, pedimos postre. Marina una tarta de manzana ante la que cayó rendida de placer papilativo (¿existe tal palabra?). Y para mí pêche Melba, un postre creado en Francia para la diva australiana del mismo nombre (ver wikipedia): melocotón pochado en jarabe de vainilla, con helado de vainilla y zumo de frambuesa, con lascas de almendra.
Incluyendo el café, la factura no llegó a los 28 euros por persona. Lástima que no llevábamos cambio para dejar propina. Aunque la mejor propina será repetir. ¿Alguien se apunta?
Es un restaurante francés, no muy grande al menos visto desde fuera. Está en 84, Quai de l'Hôtel de Ville 75004 PARIS, lo que quiere decir detrás del Ayuntamiento y mirando al Sena, de hecho enfrente de Nôtre Dame.
Al llegar no teníamos reserva y nos acomodaron en una mesa larga y compartida. Realmente no tuvimos ni problemas ni vecinos cercanos, porque no llegó tanta gente. Los abrigos fueron al guardarropa y los camareros fueron realmente amables (lo cual es raro para ser camareros parisinos).
De primer y único plato pedí canard aux prunes para cada uno, pato a la ciruela. Un pichet (jarra, vino de la casa) de medio litro de vino de Burdeos. Y trajeron esto:
Delicioso.
El pato se deshacía en la boca como una salsa. Bien hecho, a cocción lenta, como sólo los franceses del campo saben hacerlo. En España se diría "de la abuela".
La salsa y las ciruelas formaban uno con la carne, de forma que mojando la carne se suavizaba más aún, si cabe. Las patatas eran el contrapunto y no sobraban, ni estaban aceitosas. De hecho, también absorbían la salsa. El conjunto era como en una orquesta: hay instrumentos que quizá te gustan menos, pero sin ellos la sinfonía no es tal.
El vino era mucho menos potente que los españoles o sicilianos, pero al menos no aguado como los toscanos. Tenía el punto justo de delicadeza para ser un vino muy apreciable, no demasiado oloroso ni con retrogusto acentuado. Sin duda el tinto perfecto para el pato.
Por cierto que parece una comida pesada, y no lo fue en absoluto. Estuvimos más de una hora sólo con el pato, y aun con tanta cantidad salimos satisfechos, sin hambre y sin pesadez.
La mayoría de clientes en el restaurante cenaron lo mismo, y unos pocos pedían menú. Si llevan treinta años (es un decir) sirviendo lo mismo cada noche, y llenan un martes, es que saben lo que hacen.
Para terminar, pedimos postre. Marina una tarta de manzana ante la que cayó rendida de placer papilativo (¿existe tal palabra?). Y para mí pêche Melba, un postre creado en Francia para la diva australiana del mismo nombre (ver wikipedia): melocotón pochado en jarabe de vainilla, con helado de vainilla y zumo de frambuesa, con lascas de almendra.
Incluyendo el café, la factura no llegó a los 28 euros por persona. Lástima que no llevábamos cambio para dejar propina. Aunque la mejor propina será repetir. ¿Alguien se apunta?
Comentarios
Mi breve estancia en Paris fue casi a base de bocadillos de la panadería de al lado del trabajo, así que poca cosa te puedo recomendar :(