el filibustero
¿Existe una comida más típicamente francesa que un crêpe? En la zona de Montparnasse, las crêperies son tantas que a veces tiene uno la impresión de que son todas del mismo dueño. Para nada. Estuvimos en una donde tardaron casi una hora en atendernos; otra muy turística en Saint André des Arts, pero recomendable, donde vamos siempre que estamos por el barrio latino.
A le Flibustier llegamos de casualidad tras descartar el cine por falta de tiempo, y fue todo un acierto.
Para beber, como en toda crêperie bretona que se precie, una botella de sidra:
Para comer, una crêpe de jamón (a no ser que ponga jamón crudo, siempre es cocido, es decir, lo que en España se conoce como de York), champiñones y huevo. Sin queso, que deja la crêpe pegajosa, pesada e incluso incómoda de cortar. ¡Es una crêpe, no una pizza!
De postre, normalmente se come una segunda crêpe, pero dulce. Eso fue lo que hizo Marina, con una de compota de manzana. Yo cambié a helado, que estaba pasable. Echo de menos los helados italianos. Pero al menos no era azúcar con hielo, como suele ocurrir en España (como se hace desde hace años con el turrón, donde se nota que el azúcar es más barato que las almendras, y para ahorrar coste... ya sabéis).
Las crêpes, excelentes, sin duda un lugar a recordar y repetir. Por cierto que en el Flibustier, la harina para hacer la masa es bio y de centeno. Lo bio ya no es una moda en París, es algo que tienen que ofrecer los restaurantes o corren el riesgo de perder clientes. La sidra, suave; nos terminamos la botella y pudimos volver a casa caminando sin dar tumbos por la calle. La factura, menos de 20 euros por cabeza.
A le Flibustier llegamos de casualidad tras descartar el cine por falta de tiempo, y fue todo un acierto.
Para beber, como en toda crêperie bretona que se precie, una botella de sidra:
Para comer, una crêpe de jamón (a no ser que ponga jamón crudo, siempre es cocido, es decir, lo que en España se conoce como de York), champiñones y huevo. Sin queso, que deja la crêpe pegajosa, pesada e incluso incómoda de cortar. ¡Es una crêpe, no una pizza!
De postre, normalmente se come una segunda crêpe, pero dulce. Eso fue lo que hizo Marina, con una de compota de manzana. Yo cambié a helado, que estaba pasable. Echo de menos los helados italianos. Pero al menos no era azúcar con hielo, como suele ocurrir en España (como se hace desde hace años con el turrón, donde se nota que el azúcar es más barato que las almendras, y para ahorrar coste... ya sabéis).
Las crêpes, excelentes, sin duda un lugar a recordar y repetir. Por cierto que en el Flibustier, la harina para hacer la masa es bio y de centeno. Lo bio ya no es una moda en París, es algo que tienen que ofrecer los restaurantes o corren el riesgo de perder clientes. La sidra, suave; nos terminamos la botella y pudimos volver a casa caminando sin dar tumbos por la calle. La factura, menos de 20 euros por cabeza.
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