Le Terroir - caracoles, ternera Bourguignonne
Hace unos días estuvimos en un restaurante no lejos de casa, Le Terroir. En Francia decir que algo de cocina es del terroir es como decir "de la abuela" o "del pueblo". Es un restaurante pequeño, donde el menú está escrito en la pared-espejo, y donde hay apenas un par de platos a escoger.
Para el vino, nos dejamos aconsejar. Fue un Beaujolais tinto, de la zona llamada Julienas. Excelente, pedimos sólo dos copas.
El menú, como en casi todos sitios en Francia, suele ser primero, segundo y postre, y se paga en función de cuántos elementos se escojan. Es bastante común tener algo como:
Fórmula completa: entrada, plato principal y postre, 30 euros.
Fórmula media: primero y segundo, o bien segundo y postre, 22 euros.
Sólo el plato del día o principal, 17-18 euros.
Hay que decir que cubierto y servicio van siempre incluidos, a diferencia de Italia. Además, el plato principal siempre incluye guarnición. La mejor fórmula en pareja suele ser pedir entrada y plato principal, uno, y plato y postre, el otro. Se comparten primero y postre, por tanto. Esto fue lo que hicimos en Le Terroir, y la factura se puede calcular fácil sumando 7 euros por copa de vino.
De primero pedimos caracoles, que es época. Primero me trajeron los cubiertos para manejarlos: una tenaza inversa (apretando se abre), y un tenedor largo y estrecho:
Y después los caracoles. Atención a la salsa, un pesto buenísimo, y al plato que los contiene, que fue hecho para tal menester, pues lleva los huecos exactos para disponer los bichos:
Ni que decir tiene que los caracoles en arroz no tienen nada que envidiar a éstos, ni éstos a los del arroz con conejo y caracoles.
De segundo ambos pedimos boeuf (buey) a la Bourguignonne. Trajeron una cazuela que olía como el perol enorme de michirones que hacían en casa de mi abuela:
Con patatas, jamón, cebollitas francesas y una salsa que se podía amontonar en el pan. Tremendo. Sólo de recordarlo estoy por dejar el post e irme allí a cenar otra vez. Nosotros mismos emplatamos:
Delicioso. Terminamos con todo, no quedó ni salsa.
De postre, Marina pidió la manzana al horno, pero la pidió al principio como especificaba el menú (digo la pizarra, digo el espejo), para dar tiempo a prepararla. No pronunció palabra en los diecisiete segundos escasos que le duró.
Otro sitio al que llevaros a todos cuando vengáis. Si no os gustan los caracoles, no pasa nada, me los dejáis a mí.
Nota: este día no llevábamos más cámara encima que la del móvil, por eso las fotos tienen esta calidad.
Para el vino, nos dejamos aconsejar. Fue un Beaujolais tinto, de la zona llamada Julienas. Excelente, pedimos sólo dos copas.
El menú, como en casi todos sitios en Francia, suele ser primero, segundo y postre, y se paga en función de cuántos elementos se escojan. Es bastante común tener algo como:
Fórmula completa: entrada, plato principal y postre, 30 euros.
Fórmula media: primero y segundo, o bien segundo y postre, 22 euros.
Sólo el plato del día o principal, 17-18 euros.
Hay que decir que cubierto y servicio van siempre incluidos, a diferencia de Italia. Además, el plato principal siempre incluye guarnición. La mejor fórmula en pareja suele ser pedir entrada y plato principal, uno, y plato y postre, el otro. Se comparten primero y postre, por tanto. Esto fue lo que hicimos en Le Terroir, y la factura se puede calcular fácil sumando 7 euros por copa de vino.
De primero pedimos caracoles, que es época. Primero me trajeron los cubiertos para manejarlos: una tenaza inversa (apretando se abre), y un tenedor largo y estrecho:
Y después los caracoles. Atención a la salsa, un pesto buenísimo, y al plato que los contiene, que fue hecho para tal menester, pues lleva los huecos exactos para disponer los bichos:
Ni que decir tiene que los caracoles en arroz no tienen nada que envidiar a éstos, ni éstos a los del arroz con conejo y caracoles.
De segundo ambos pedimos boeuf (buey) a la Bourguignonne. Trajeron una cazuela que olía como el perol enorme de michirones que hacían en casa de mi abuela:
Con patatas, jamón, cebollitas francesas y una salsa que se podía amontonar en el pan. Tremendo. Sólo de recordarlo estoy por dejar el post e irme allí a cenar otra vez. Nosotros mismos emplatamos:
Delicioso. Terminamos con todo, no quedó ni salsa.
De postre, Marina pidió la manzana al horno, pero la pidió al principio como especificaba el menú (digo la pizarra, digo el espejo), para dar tiempo a prepararla. No pronunció palabra en los diecisiete segundos escasos que le duró.
Otro sitio al que llevaros a todos cuando vengáis. Si no os gustan los caracoles, no pasa nada, me los dejáis a mí.
Nota: este día no llevábamos más cámara encima que la del móvil, por eso las fotos tienen esta calidad.
Comentarios